Ted Bundy: La saga de un asesino en serie carismático y encantador

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Ted Bundy: La saga de un asesino en serie que utilizaba la careta de un hombre carismático y con encanto personal


Cometió al menos 36 asesinatos entre 1974 y 1978, aunque se sospecha que la cifra de sus víctimas podría ser incluso mayor. Murió en la silla eléctrica el 24 de enero de 1989 después de mostrar al mundo un carácter siniestro sin lugar para el arrepentimiento, y su perfil le ha valido un lugar como uno de los psicópatas más estudiados de la historia.

Primero negó los hechos, pero luego intentó retrasar su ejecución informando de nuevos asesinatos, revelando el lugar donde estaban enterradas las víctimas y colaborando para obtener prórrogas.


Estudiante con altas notas en la Universidad de Washington y de Puget Sound, Tacoma, logró una licenciatura en Psicología y, más tarde, una matrícula en Derecho… calificado como "brillante", por más de un profesor.

Algo, sí, era extraño pero encantador… Ted —así se llamaría en adelante, abreviado— intentó varios trabajos, pero duró poco en ellos.

 

Quién fue Ted Bundy

Las raíces del trastorno de Bundy se anclaban por tanto en su más tierna infancia. Nacido el 24 de noviembre de 1946 en Burlington, Vermont, Ted era un hijo ilegítimo.

Louise, su madre, quedó embarazada de un veterano de la fuerza aérea a quien nunca conoció. Su familia, que vivía en Philadelphia, trató de ocultar la deshonra a toda costa, y Ted creció pensando que sus abuelos eran sus padres y Louise su hermana mayor.

La infancia de Theodore Robert Cowell estuvo marcada por un entorno agresivo: fue rechazado por esta y expuesto a la vergüenza pública mientras cuidaban de ellos sus abuelos, una pareja donde eran frecuentes los maltratos. 


Las pesquisas periodísticas concluyeron que Bundy había mostrado las primeras señales de perturbación a temprana edad. Contaba sólo tres años cuando cogió todos los cuchillos de la cocina y los colocó alrededor de una tía suya que estaba durmiendo la siesta. Al despertar, la mujer se encontró las hojas de acero apuntando hacia ella y a Ted sonriéndole con ternura.

 

Una infancia y adolescencia traumática

Más tarde, madre e hijo se mudaron a Washington con la pareja de esta, Johnnie Culpepper Bundy, que adoptó al niño y le dio su apellido aunque nunca hubo una buena relación entre ellos. Todo indica que el rechazo de Ted Bundy hacía su padrastro se debía por ser de baja extracción social.

Los traumas familiares forjaron en él un carácter poco sociable que encontró una válvula de escape en la crueldad. Desde pequeño siempre vivió sintiendo el rechazo y violencia intrafamiliar, por lo que empezó a presentar problemas de personalidad y no era sociable, así que con el tiempo estos rasgos comenzaron a desarrollarse y aumentar hasta el punto en el que se convirtió en un hombre cruel y despiadado.

Ya adolescente era un joven emocionalmente desconectado de su entorno, tanto en casa como en la escuela. Era tímido, introvertido y tartamudo, pero al mismo tiempo narcisista y ególatra. Se consideraba por encima de la ley, y a los 15 años ya era un consumado delincuente.

 

Estudiante ejemplar

Su carácter arisco y reservado no influía sin embargo en su rendimiento académico. Se graduó con media de notable e ingresó en la Universidad de Puget Sound (Washington). .

En la primavera de 1967, a sus 21 años, conocería en la facultad a Stephanie Brooks, su primer amor. Tan bella como inteligente y adinerada. Lucía una larga melena peinada con raya al medio, un patrón que luego buscaría obsesivamente en sus víctimas.

Ted estaba profundamente enamorado, pero ella contemplaba su noviazgo como un simple amorío juvenil. La relación duró un año, hasta que Stephanie se licenció y cortó la relación antes de regresar a su hogar en San Francisco.

Se cree, aún muchos años después de todo aquello, que Stephanie fue la obsesión de Ted hasta el final: obsesión que se perpetuó en decenas de cartas para lograr reconquistarla… que nunca fueron respondidas.


Venganza contra el género femenino

La ruptura fue devastadora para Ted, que decidió abandonar la carrera para confrontar otras inquietudes. Con el corazón roto en mil pedazos, reunió el coraje suficiente para regresar al este y verificar los registros públicos que pudiesen arrojar luz sobre sus misteriosos orígenes.

No le resultó difícil constatar lo que siempre había sospechado: Louise, su presunta hermana, era en realidad quien lo había parido. Con la herida por su fracaso sentimental todavía por cicatrizar, Ted descubría ahora la traición de su propia madre. Entonces, sintió que las mujeres habían arruinado su vida y resolvió vengarse del género femenino.

En un primer momento, aquel punto de inflexión pareció ejercer una influencia positiva sobre Ted. Regresó a Washington y finalizó meritoriamente sus estudios de Psicología en la Universidad de Seattle. En alianza con el anonimato que le ofrecía la gran ciudad, se reinventó a sí mismo.

La tartamudez dio paso a unas dotes retóricas y persuasivas asombrosas, y la timidez derivó en confianza. Forjó paso a paso una personalidad encantadora. Súbitamente, un nuevo Ted Bundy entraba en escena.

Así quien juzgara a una persona solo por su apariencia, inevitablemente se convertiría en su próxima víctima.

Rasgos distintivos

Hasta sus 28 años, Theodore Robert Cowell, nativo de Burlington, estado de Vermont, fue un Golden boy, "nuestro mejor muchacho", según la elogiosa expresión de profesores, compañeros de estudio y amigos.

Ted tenía —de sobra— los dotes que abren las puertas más infranqueables: carisma, sonrisa, cultura, lenguaje suave y envolvente…

Pero el brutal cambio aun tardaría. Ted, el encantador, el mejor vestido, el gran conversador, pasó tres años aplicado a obras comunitarias y los ingenuos vecinos de Seattle dejaron escapar lágrimas cuando la policía condecoró a Ted por salvar de morir ahogado a un niño de tres años.

Fue por esa época cuando Ted comenzó a mostrarse activo en política, llegando a convertirse en un joven baluarte en las filas del Partido Republicano. Trabajó en la campaña para la reelección del Gobernador Daniel J. Evans, que en 1968 había sonado como posible candidato a la vicepresidencia de EEUU, en el ticket electoral de Nixon.

La metamorfosis que había ocurrido en la personalidad de Ted le atrajo nuevamente los favores de Stephanie Brooks, con quien se había reencontrado durante un viaje de negocios a San Francisco. El nuevo Bundy desprendía seguridad y confianza. Era irresistible.

Le pidió matrimonio a Stephanie y ella aceptó de inmediato.

Ted estuvo mandando cartas a su amada durante mucho tiempo, y después de cinco años con otra compañera, Elizabeth Kloepfer, volvió con su primera novia. En 1973 Ted vivió su último instante de luz: pasó el verano y el invierno de ese año con Stephanie, su sueño eterno… pero un día tomó la decisión de alejarse de ella para siempre. Ya nunca más la volvería a ver.

En 1973, después de abandonar a su adorada Stephanie, empezó a tomar alcohol y a robar en casas y comercios.

Y el 4 de enero de 1974 levantó el telón y puso en escena una insólita carrera de sangre y muerte. Mostraría al mundo el verdadero Ted Bundy que tan celosamente escondía.

 

¿Cómo las enganchaba?

Llegó un punto en el que se dio cuenta que era un hombre con cierto encanto, por lo que no le costaba trabajo entablar relación con las mujeres; además, de que tenía una táctica que no le fallaba: solía hacer uso de escayolas,  muletas y simulaba tener el brazo lastimado para dar una falsa idea de indefensión a sus víctimas.

 

Las víctimas de Ted Bundy

En 1974, cuando aún en estaba en la facultad de Derecho, Ted Bundy cometió el primer asesinato, después del cual vendrían algunas decenas más. Este asesino en serie frío y calculador atraía con su carisma a chicas jóvenes que asesinaba de un manera brutal como si fuese odio lo que sintiera por las mujeres.

 


Joni Lenz y Lynda Ann Healy, las primeras víctimas

Tras descubrir los crímenes de Ted Bundy se descubrió un patrón similar en todas las víctimas: mujeres jóvenes, morenas y de pelo largo, en las que el asesino proyectaba la imagen de su madre y la de su primera novia Stephanie Brooks.

Ese día entró al cuarto de la estudiante universitaria Joni Lenz, de 18 años, la golpeó con una barra de hierro, y la violó… con una pata de la cama. Al brutal desgarro siguió un daño cerebral permanente.

Casi un mes más tarde atacó en su dormitorio a la estudiante Lynda Ann Healy, de 21 años, la desvaneció de un golpe, y se la llevó. El cadáver de Lynda apareció un año después, semienterrado en una montaña cercana a la Universidad de Washington.

 

Roberta Parks una víctima ingenua de su modus operandi

Después del asesinato de su primera víctima vendrían muchos otros como el de Carol Valenzuela, una joven de 20 años desaparecida en Vancouver, y el de una joven de 16 años, Donna Masson, que desapareció mientras iba a un concierto de jazz en el campus universitario de Washington.  

Pero uno de sus crímenes más célebres por su modus operandi  fue el de Roberta Parks: un chico atractivo con el brazo roto y un cabestrillo pide ayuda a esta joven de 20 años para cargar los libros al coche. Entonces aprovecha para secuestrarla. Su cuerpo apareció un mes después en un lago cercano.

 

Brenda Ball, la chica que quería llegar a casa

En junio de 1974, Brenda Ball salía de una taberna con la intención de llegar a casa. Había dicho a sus amigos que buscaría alguien que la llevara, y los testigos aseguran haberla visto por última vez  hablando con un joven con un cabestrillo. Nunca más apareció.

La cifra aumenta: Janice Anne Ott y Denise Naslund

El número de víctimas fue aumentando, y la policía se centraba cada vez más en el perfil de  un asesino en serie que actuaba con el brazo en un cabestrillo. En julio del mismo año Janice Ott salió a dar una vuelta en bici por el campus de la universidad, y desapareció sin dejar rastro. La vieron hablar por última vez con un joven con el brazo enyesado.

Tres días más tarde, Ted Bundy abdujo a Denise Naslund, su cadáver sería encontrado posteriormente junto al de Janice Ott.

 


Modus Operandi

Registradas ocho víctimas, los investigadores empezaron a encontrar patrones, y a desentrañar su modus operandi. El criminal ataca tanto de noche como de día, a juzgar por la hora de las denuncias de desapariciones.

Según testimonios, era un hombre joven y bien parecido que iba cargado de libros, con un brazo enyesado y en cabestrillo, y pedía ayuda a mujeres jóvenes para entrar en su auto, un Volkswagen, y a veces para hacerlo arrancar.

Muchas de sus víctimas eran decapitadas. Por lo general se hallaban los cráneos destrozados y la mandíbula fracturada. Las dejaba desnudas, les quitaba toda la ropa y las iba arrojando por la carretera junto con objetos personales.

Registro de las víctimas

Nueve de febrero: Carol Valenzuela, 20 años, desaparecida en Vancouver, Canadá. Su cadáver, junto a otro, fue descubierto en octubre.


Once de febrero: Nancy Wilcox, 16 años, desaparecida y jamás hallada.
Doce de marzo: Donna Masson, 19 años, desaparecida mientras iba a un concierto de jazz en el campus universitario.
Diecisiete de abril: Susan Rancourt, 18 años, desaparecida mientras caminaba por los jardines del Central Washington State College.
Diecisiete de mayo: Roberta Parks, 20 años, citada por unas amigas para tomar café… nunca llegó al lugar. Un hombre con un brazo enyesado le pidió ayuda para subir algunas cosas a su auto. Jamás volvieron a verla. Hallarían su cráneo en Montaña Taylor, aproximadamente a 30 km. de Seattle, al pie de la Cordillera de las cascadas.
Primero de junio: Brenda Ball, 22 años, salió de la taberna Flam de Burien, Washington, luego de decirle a unos amigos que buscaría a alguien que la llevara a dedo a Sun City, California. La última vez que la vieron, hablaba con un hombre… que tenía un brazo en cabestrillo. Veinte días más tarde denunciaron su desaparición. Nunca llegó a Sun City…Hallarían sus restos junto con los de Roberta Parks.

Once de junio: Georgann Hawkins, 18 años, de la fraternidad Kappa Alpha Theta, Seatlle, desapareció después de despedirse de su novio y buscar unos libros para preparar un examen de castellano. Nadie volvió a verla. Su cráneo con la mandíbula fracturada en tres partes sería encontrado en Issaquah, Washington, a 10 Km. del lago Sammamish.
Catorce de julio: la estudiante Janice Ott le dejó una nota a su compañera de cuarto: "Me voy en bicicleta al parque Lake Sammamish". Allá la vieron hablar con un hombre que tenía un brazo enyesado y le pidió ayuda para subir unos libros a su auto.  

Horas más tarde, el mismo hombre regresó tranquilamente y abdujo en ese parque a Denise Naslund, que pasaba el día con su novio y unos amigos. Los cráneos de estas 2 jóvenes serían encontrados  junto con el de Georgann Hawkins en Issaquah, Washington, a 10 Km. del lago Sammamish.

Dieciocho de octubre: secuestró y asesinó a Melissa Smith, la hija del sheriff local, cuando esta iba a pasar la noche en la casa de una amiga. Su cadáver fue encontrado nueve días después en Summit Park.
Treinta de octubre: Laura Aimee, 17 años, secuestrada cuando volvía de una fiesta de Halloween. Su cuerpo apareció en los montes Wasatch. Tenía la cabeza golpeada con un objeto de metal, y había sido violada.

 

Carol DaRonch, salvo su vida porque enfrentó al asesino

Ted  estaba imparable y cometía los crímenes cada vez más de forma descontrolada. Después de matar a la hija del sheriff local y a otra joven, Laura Aimee, violándola y golpeándola sádicamente con una barra de hierro en la cabeza, Ted Bundy comete un gran error que conducirá la policía hasta él.

A medida que pasaba el tiempo sus agresiones eran más erráticas llevándolo a cometer desatinos, lo cual permitió a las autoridades encontrar testigos que le ayudasen a elaborar un patrón de comportamiento para la construcción de un perfil que diera en su captura.

Soberbio y creyéndose impune, Ted Bundy se equivocó el 8 de noviembre de 1974 –el año satánico–, cuando se acercó a Carol DaRonch en el Fashion Place Mall de Murray, Utah, y simuló ser un oficial de policía: un brusco cambio en su modus operandi.

"Alguien quiso robarte el auto. Vamos a la comisaría para hacer el informe", dijo. Carol, confiada, subió. Ted avanzó unos metros, frenó de golpe, sacó su pistola, e intentó esposarla. Pero solo pudo atraparle una muñeca. Ella luchó con uñas y dientes, lo golpeó en la cara, se tiró del auto y logró que un conductor que pasó por allí la llevara a la comisaría. Una vez allí, narró el episodio y describió al hombre, su auto, y fue posible detectar el grupo de sangre de Ted entre los restos de la pelea.

Esa misma noche —8 de noviembre—, Debbie Kent, 17 años, desapareció de la playa de estacionamiento del instituto Viewmont, cuando se disponía a ver con sus padres una obra de teatro.

Un mes más tarde, un hombre denunció a la policía que la noche de la desaparición de Debby vio salir a toda carrera, de ese mismo estacionamiento, un Volkswagen de color claro, posiblemente beige…

 


Se desplaza a Colorado


Llegado el año 1975,
Ted Bundy cambió de escenario: las montañas de Colorado.

Doce de enero: Caryn Campbell, 23 años, acompañó a su novio, el doctor Raymond Gadowski, a un seminario en Aspen. Mientras estaban en el salón del hotel, ella volvió a su habitación para buscar una revista… pero no volvió. Gadowski y sus hijos esperaron unas horas, y denunciaron la desaparición. Un mes después, un obrero encontró el cadáver de Caryn en un banco de nieve, a varios kilómetros del hotel. La habían violado y golpeado con saña, con furia…
Primero de marzo: apareció un cráneo en una zona boscosa de Montaña Taylor: era de Brenda Ball. La batida policial posterior reveló partes de los cuerpos de Lynda Healy, Susan Rancourt, Roberta Parks y Donna Mason…
Quince de marzo: Julie Cunningham, 26 años, secuestrada mientras iba a una taberna en Vail. Su cuerpo no fue encontrado.
Seis de abril: luego de una discusión con su marido, Denise Oliverson, 25 años, fue a visitar a sus padres en Grand Junction. No llegó, ni volvió a su casa. Desaparecida. Cuerpo nunca hallado.
Quince de abril: Melanie Cooley, 18 años, desapareció al volver de la escuela. Un obrero vial encontró su cadáver el 23 de ese mes. Atadas sus manos, la habían golpeado con una barra de hierro, y una funda de almohada le apretaba el cuello. Además, violada.
Primero de julio: Shelley Robertson, 24 años, viajaba por el país haciendo autostop. Sus amigos pasaron varios días sin noticias de ella. Algunos testigos dijeron que la vieron hablando en una estación de servicio con un hombre que manejaba un viejo camión. El 24 de agosto, su cadáver fue descubierto por dos estudiantes en el pozo de una mina no lejos de Georgetown.

 

Pero fue el principio del fin…

Eligió moverse. Ir de un estado a otro. Cambiar de modus operandi. Pero sus ataques se tornaron cada vez más erráticos y temerarios: había perdido toda la sutileza del cazador, del asesino profesional. Dejaba huellas en todos lados. Como suele suceder con los asesinos seriales, juegan al gato y al ratón… hasta que quieren ser atrapados. Liberarse de esa carga…

Y así cayó Ted Bundy

El 16 de agosto de 1975, un patrullero detuvo un Volkswagen para un control de rutina: comprobar su matrícula. Pero el hombre al volante huyó con el acelerador a fondo.

Desde luego, no tardaron en atraparlo. Su documento decía Theodore Robert Bundy. En el auto había una barra de hierro, esposas, máscaras, cinta adhesiva, y otros objetos ligados a los crímenes, pero nada que incriminase de forma definitiva a este hombre.


El juicio empezó el 23 de febrero de 1976 por secuestro agravado. Ted, de 29 años, confiado, sonreía:
—No tienen pruebas contra mí.
Pero Carol DaRonch lo reconoció:
— ¡Es el hombre que trató de secuestrarme y amenazó con matarme!

La sentencia fue leve: quince años de prisión con posibilidad de libertad condicional.

Las pruebas psico y toxicológicas concluyeron que no era psicótico, drogadicto ni alcohólico, y no presentaba signos de daño cerebral.


Pero
unos cabellos de mujer encontrados por los peritos en el Volkswagen eran, sin duda alguna, de Melisa Smith y de Caryn Campbell  y que las contusiones en sus cráneos correspondían a la barra de hierro usada en casi todos sus crímenes.

 

Se fuga por primera vez de la Biblioteca de la Corte de Aspen, Colorado

Así, Ted Bundy afrontaba un nuevo juicio. Esta vez, por asesinato…
Rechazó a los abogados de la defensa: decidió representarse a sí mismo. Para ello le permitieron ir periódicamente a la Biblioteca de la Corte de Aspen… y el 7 de junio de 1976,
saltó desde una de las ventanas, se rompió un tobillo, eludió a la policía durante una semana viviendo del robo y durmiendo en un ómnibus abandonado… hasta que cayó preso mientras intentaba robar un Volkswagen con las llaves puestas…

 

Se fuga por segunda vez de una celda de máxima seguridad, del Condado de Garfield, Colorado

Enero de 1977: otra fuga, esta vez cuando las autoridades estaban seguras que el reo estaba a buen resguardo, y descubierto recién a media tarde del día siguiente.

Esta vez, Bundy tenía otros planes. Viajó a Michigan, siguió  Atlanta y su destino final…Florida.

Ahora sembraba el terror en la Universidad de Florida.

A los ocho días de haberse fugado, entró en el edificio de la fraternidad universitaria Chi Omega y asesinó salvajemente a Lisa Levy y Margaret Bowman y atacó a Karen Chandler y a Kathy Kleiner, dejándolas en estado de gravedad. Además le haría lo mismo a una quinta estudiante al entrar en su apartamento a solo unas cuadras de allí.

Fue la marca de su dentadura en una de las víctimas, Lisa Levy, a la que mordió en un pecho y en los glúteos la que aportó las pruebas necesarias para llevarlo al corredor de la muerte. 



Su última víctima fue Kimberly Leach, de solo 12 años. En total confesó 36 asesinatos, pero especialistas consideran que el número pudo ser mayor.

A raíz de esos ataques brutales, la policía de Florida le puso precio a la cabeza de ese asesino. Ya no habría escape para Ted Bundy…

 

El Juicio

En el juicio, los testimonios fueron aplastantes. Nita Neary juró que Ted Bundy. era el hombre que vio huir de la fraternidad. El dentista M. Souviron probó que las mordeduras de dientes en el cuerpo de Lisa Levy coincidían con la dentadura del acusado.

El 31 de julio de 1979, luego de siete horas de deliberación, el jurado lo declaró culpable de todos los cargos, y el juez Cowart lo sentenció a morir en la silla eléctrica.

Pero el monstruo no se rindió: como abogado de sí mismo, logró tres postergaciones de la pena capital en 1986: marzo, julio y noviembre.

Este criminal usaba y abusaba de su encanto personal y no dudó en utilizar esta capacidad en su lucha por retrasar su final.

 

Últimos momentos

Sus últimos pasos: llamó por teléfono a su madre y rechazó la última comida de los condenados a muerte.

Meses antes, en entrevistas con la prensa, culpó de su instinto criminal a su abuelo, el diácono Samuel Cowell:
—Era un tirano abusador y racista. Odiaba a los negros, a los italianos, a los judíos, a los católicos. Torturaba animales. Y coleccionaba pornografía en su invernadero.


En su último reportaje, dijo:
Soy el hijo de puta más duro que jamás han conocido. Pero hay personas que al mirarte irradian una especie de miedo. Invitan al abuso. Lo fomentan. Además, ¿qué es uno menos, qué significa uno menos en la faz del planeta?

Palabras que le dan razón al criminólogo Robert Ressler:

—La prensa interpretó muy mal el encanto personal de Ted Bundy. No era el Rodolfo Valentino de los asesinos seriales, como se dijo. Era un hombre brutal, sádico y pervertido.

Este "sádico sociópata que obtenía placer con el dolor de otro ser humano y el control que tenía sobre sus víctimas, hasta el punto de la muerte, e incluso después", como lo describió la biógrafa Ann Rule, solía estrangular o golpear a sus víctimas y las mutilaba después de la muerte tras obtener gratificación sexual.

En 1987, la doctora Dorothy Otnow Lewis, diagnosticó a Ted Bundy como maníaco depresivo y después consideró que sufría de personalidades múltiples.

Durante sus últimos años algunos psiquiatras le realizaron entrevistas en los que contó su vida; además, de que confesó su adicción por la pornografía. Los resultados de las pruebas que le hicieron lo calificaban como una persona egocéntrica, impulsivo, inmaduro, con complejo de inferioridad, entre otras características.

El Final

Buscando aplazar el cumplimiento de su sentencia, le confesó al doctor Bob Keppel, jefe de investigadores del Departamento de Justicia de Washington D. C. Con quien había colaborado tiempo atrás en la búsqueda de Gary Ridgway (asesino en serie conocido como The Green River Killer), algunos de los lugares en dónde había ocultado restos de varias de sus víctimas.

En su casa se descubrieron algunas cabezas de sus víctimas. En Ted Bundy fue catalogado como perversión y compulsión necrofílica (dictamen médico).

El 17 de enero de 1989 obtuvo la fecha definitiva fue electrocutado el 24 de enero de 1989 y declarado muerto a las 07:16 de la mañana. Tenía 43 años.

Los restos de Ted Bundy fueron cremados y no tuvo un funeral público; se sabe que había solicitado que sus cenizas fueran esparcidas en la Cordillera de las Cascadas, en Washington, donde se encontraron al menos a cuatro de sus víctimas, en Montaña Taylor, ubicada al pie de la Cordillera.

 

Morbosa fascinación

Durante sus años en prisión Ted Bundy recibió decenas de carta de admiradores, iniciando un fenómeno de atracción por los criminales que se repetiría en casos como el de Charles Manson. Además de un depredador, este asesino genera una morbosa fascinación que se traslada también a la ficción.

Una vez ya en la cárcel, a pesar de todos los crímenes que había cometido tenía fans que le enviaban cartas y le decían que lo amaban. 

 

Frases célebres de Ted Bundy

¿Qué es uno menos? ¿Qué significa una persona menos en la faz del planeta?

Nosotros los asesinos seriales somos sus hijos, somos sus esposos, estamos en todas partes. Y habrá más de sus niños muertos mañana.

Toda la rabia que he estado desahogando con las mujeres que maté, estaba dirigida contra mi madre.

No me siento culpable por nada. Siento lástima por las personas que se sienten culpables.

La sociedad quiere creer que puede identificar a las personas malvadas, o a las personas malas o dañinas, pero no es factible. No hay estereotipos.

He conocido gente que irradia vulnerabilidad. Sus expresiones faciales dicen ‘tengo miedo de ti’. Estas personas invitan al abuso. Esperando a ser heridos, ¿lo animan sutilmente?

La fantasía que acompaña y genera la anticipación que precede al crimen es siempre más estimulante que el inmediato resultado del crimen en sí.

Tengo el mejor abogado que conozco: yo.

No creo que nadie dude de si he hecho algunas cosas malas. La pregunta es: ¿qué?, por supuesto, y ¿cómo? y, quizá lo más importante, es ¿por qué?

Innumerables millones de personas han recorrido esta tierra antes que nosotros, han pasado por esto, por lo que esta es solo una experiencia que todos compartimos.

Sin duda, merezco el castigo más extremo que tiene la sociedad y la sociedad merece, con seguridad, ser protegida de mí y de otros como yo.

Los hombres y las mujeres no poseen visiones del futuro. Están poseídos por ellos.

Me gustaría que dieran mi amor a mi familia y amigos.

Quiero dominar la vida y la muerte.

Qué si he causado daño físico a otra persona? No, no, es decir, no, en el contexto al que usted se refiere.

Soy mucho más maduro ahora. Créanme, he aprendido mucho sobre mí mismo. Durante el año que he pasado en prisión he aprendido mucho.

Me parece absurdo pedir misericordia por algo que no hice.

Trata de tocar el pasado, trata de lidiar con el pasado. No es real. Es solo un sueño.

Fuente:  Espanadiario.net/  El mundo.es/  Infobae.com/  Asesinos en serie 

El periodico.com/