
Al otro lado de una cuesta, en un terreno que la gente usaba para tirar heladeras y lavarropas inservibles, vio un auto rojo, quemado y abandonado. Powers aún no lo sabía, pero el baúl guardaba los cuerpos carbonizados de dos mujeres.
Eran la estadounidense Carole Sund, de 42 años, esposa y madre de cuatro hijos –tres de ellos adoptivos–, mujer de negocios meticulosa y llena de energía; su única hija natural, Juliana o “Juli”, de 15, hiperactiva porrista de secundaria; y la amiga de la familia Silvina Pelosso, cordobesa de 16, igual de activa y deportista, pero también capaz de subirse a un árbol para estar tranquila y pensar. Silvina había llegado a California en diciembre para pasar unos meses con los Sund y conocer su país.
El adinerado padre de Carole ofrecía 300 mil dólares en recompensa por encontrar a las mujeres o a su Pontiac Grand Prix rojo de alquiler. El misterio había capturado las tapas de los diarios de Córdoba y Buenos Aires, de Los Angeles y San Francisco.

La abogada de Stayner ni siquiera intentó despegarlo de los asesinatos de Carole, Juli y Silvina: su argumento para intentar salvarlo de la inyección letal fue que Stayner estaba loco. El jurado no le creyó y Stayner hoy espera su ejecución en la “fila de la muerte” de la cárcel de San Quintín.
arresto menor –por el que no fue procesado– y de repente convertirse en un asesino serial, capaz de planear y ejecutar homicidios tan cargados de sadismo?
Había defendido al rapero Snoop Doggy Dogg, a quien libró de una acusación de acribillar a alguien desde un auto, y a los hermanos Erik y Lyle Menéndez, célebres por haber matado a sus padres en Beverly Hills.
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Joie Armstrong |
Desde los 9 años, padecía distorsiones en su percepción: sentía que todo se aceleraba o tenía premoniciones, acompañadas por cosquilleos en la nariz. También sufría dolores de cabeza, náuseas, vómitos y manchas en su campo visual.
Simulando ser su padre, lo arrastró de pueblo en pueblo a lo largo de siete años, durante los cuales abusó de él. A los 14, Steven fumaba marihuana, tomaba alcohol y tenía poco interés en la escuela. Pero cuando Parnell secuestró a un chico de 5 años, Steven se escapó con él y fue a la policía.
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Casa donde vivió Joice Armstrong en Yosemite |
Sólo logró destacarse como dibujante del periódico escolar. Nunca tuvo un contacto normal con las chicas. A los 14, ver a una vecina desnuda le trajo más imágenes violentas, cada vez más sexuales.
Luego de tener visiones de guerra y genocidio, de batallas entre extraterrestres o caballeros medievales, dice el informe, “de inmediato, tenía que contrarrestar esos malos pensamientos con otros buenos, «puros», donde traía paz al mundo, curaba el VIH”.
En 1986, Delbert Stayner fue acusado de abusar de dos de sus hijas. Le diagnosticaron exhibicionismo, estrés postraumático y personalidad pasivo-agresiva. Su esposa lo dejó. Las dos hijas se volverían adictas a las drogas y el alcohol, y una de ellas intentaría matarse dos veces.
Fue a ver a un doctor en Merced, que durante la consulta anotó: “Nunca me casé. Tirarme el pelo me alejó de una vida normal”. Le recetó un antidepresivo, pero Stayner pronto lo dejó porque se sentía como un zombi.· · ·
Stayner le dijo al doctor que temía no poder casarse por su impotencia y que se sentía culpable de lo que le pasaba a la gente cercana a él. Le dieron un medicamento antiobsesivo, pero el único tratamiento disponible era terapia de grupo.
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Cary Anthony Stayner |
En la tele sólo hallaba programas sobre asesinos seriales o las predicciones apocalípticas de Nostradamus para 1999. Sentía que eran mensajes: el mundo se acababa, se venía una ola de violencia y su destino era ser parte de ella.
Perdiendo todas sus esperanzas, se sumergió totalmente en una realidad alterna donde no había ley ni orden, sólo caos y violencia.”
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hotel Cedar Lodge, California |
Manejaron hasta Stockton, donde Juli participó en una competencia de porristas. El 15 de febrero pasearon por Yosemite –Silvina se sacó una foto abrazada a un árbol– y se hospedaron en el Cedar Lodge.
En una, defiende a las loras que invaden la zona, “okupas indeseados” que se comen el maíz. “Tenemos que aprender a convivir con todos en este mundo”, explica.